Composta Floral
Desde que inició Flor de Barrio, nos acompaña una profunda preocupación: el deseo por cuidar nuestro entorno nos ha llevado a reflexionar acerca de cómo disminuir el impacto ambiental de nuestra actividad y qué hacer con los residuos que se generan para que no sean “uno más” entre los tantísimos que ya existen. Pensamos en esto no solo de manera individual, sino también, preocupados por el colectivo de floristas, sin importar estilo o ubicación geográfica. Surge entonces la pregunta: ¿cuál es nuestro lugar en esta búsqueda por crear conciencia entre colegas y clientes? El proceso inicia desde la selección de productos y es importante conocer lo más que podamos sobre ellos, para así adoptar hábitos que modifiquen nuestra relación con el entorno, encaminados a cuidarlo y honrarlo cada vez más.
Después de algún tiempo pensando e investigando, me gustaría compartir con ustedes una valiosa propuesta que puede aportar soluciones ante la necesidad de una sociedad más consciente y sostenible:
La composta floral
Hablamos de composta floral porque entendemos y nos sabemos responsables, pues nuestro producto, sea cual sea la presentación, genera y se convierte rápidamente en residuo por su naturaleza perecedera. Por ello, considerar alternativas en la gestión del residuo que generamos, cada vez toma mayor terreno en nuestras decisiones.
Pongamos en contexto a la industria floral en México: según un artículo que publicó el Heraldo de México en 2018, somos el tercer país a nivel mundial con mayor terreno destinado a la producción de flores y plantas ornamentales, al menos 22 mil hectáreas. El 90% de la cosecha se queda en México y el otro 10% corresponde a exportación.
En el mismo artículo se menciona que el Mercado de Jamaica, emblemático por su comercialización de flores y ubicado en la calle Guillermo Prieto de la Ciudad de México, recibía 24 mil toneladas de flores al mes en ese año. Es inevitable pensar que estas mismas toneladas se convierten en residuo. Anualmente serían 288 mil toneladas de residuo solo de ese mercado, probablemente la mayoría termina en vertederos municipales, donde su ciclo de descomposición se altera, provocando gases y ácidos dañinos para el medio ambiente.
En Flor de Barrio nos dimos la tarea de calcular el peso inicial del residuo floral de algunas de nuestras piezas: uno de nuestros ramos “flamantes” (45 tallos aprox.) y dos arreglos “clásicos” (30 tallos aprox.), equivalen a un trabajo floral de alrededor de 100 tallos. En ello se generaron 1.7 kg. de residuos entre ramas, hojas, pétalos y flores no utilizadas, ya sea porque se rompieron, venían lastimadas, o porque nos sobraba un tallo y limpiamos sus hojas. Detallando cada pieza floral, la media de residuo generado va de 500 a 600 gramos, que si bien parece una cifra poco llamativa, al multiplicarlo por la cantidad de arreglos y ramos que cada florista pudiera despachar al día, podemos proyectar un escenario como el siguiente:
10 piezas = 5-6 kg residuo diario
20 piezas = 10-12 kg residuo diario
40 piezas = 20-24 kg residuo diario
100 piezas = 50-60 kg residuo diario
200 piezas = 100-120 kg residuo diario
1,000 piezas = 500-600 kg residuo diario
Este último cálculo (1,000 piezas) podría tratarse de un evento para 500 invitados, que implica un trabajo floral con centros de mesa, instalaciones en locación, decoración de ceremonia y templo, mesa de novios, entrada y detalles florales personales. Aquí es importante tener en cuenta dos cosas: 1. el residuo generado es de solo un día de trabajo (montaje), sin contar en el que se convertirá el producto cuando el evento termina (desmontaje) y, 2. que todos los cálculos se refieren al residuo generado para crear cada pieza, es decir, sin contar que las piezas terminarán convirtiéndose por sí mismas en más residuo.
Sabemos que son datos importantes, pero no pretendemos esconderlos, ni disfrazarlos, por lo contrario, exponerlos ayudará a mejorar nuestros procesos cada día, siguiendo el consejo de guías que poco a poco han encaminado nuestros pasos hacia creaciones “lo más limpias” posible.
Por ejemplo, aunque nos encantan las presentaciones producidas y llenas de detalles, tomamos la decisión de optar por lo simple y disminuir cada vez más los residuos. Nuestros ramos son envueltos en papel kraft sin tintas y cerrados con cuerdas de fibras naturales; por su parte, los arreglos en base se hacen con la técnica de “malla de gallinero”, que puede ser reutilizada o reciclada (acero o aluminio), en lugar de elegir la espuma/esponja floral verde (generalmente oasis), un polímero procesado e involucrado en un ciclo contaminante bastante complejo. Como resultado de estas decisiones todos los elementos de nuestras piezas, de no ser coleccionables, pueden incorporarse a un proceso de compostaje o reciclaje, ya sea casero o de cualquier programa activo en tu barrio/ciudad.
En estas líneas quiero compartir lo que me motivó a escribir este artículo: el proceso de composta floral que hicimos Bernardo y yo con el residuo del pasado diez de mayo, afortunadamente una fecha de mucho trabajo y como consecuencia, acumulación de suficientes residuos para convertirlos en composta.
Esta actividad tuvo lugar en Acapulco, una ciudad que carece de sistemas efectivos de gestión de residuos (como muchas en México), así que lo hicimos en nuestro espacio y de manera personal. Consistió en seis pasos sencillos y fáciles de replicar:
Reunir todos los tallos, flores y pétalos sobrantes de los arreglos y ramos elaborados.
Preparar con ellos una “cama” de residuos florales “frescos” (verdes). Nosotros lo hicimos en una caja de cartón que inicialmente usamos para proteger las flores frescas.
Tener otra cama de residuos florales y de jardín más bien secos (cafés), esta cama la hicimos en un espacio delimitado directamente en la plancha de concreto, puede disponerse sobre cajas, recipientes o petates.
Cada día trituramos el material floral para que fueran quedando pedazos considerablemente más pequeños (nosotros lo hicimos con tijeras podadoras).
Trabajamos y observamos durante 30 días, mientras los elementos se integraban cada vez más.
Finalmente, metimos todo en costales por capas, combinando una de frescos y una de secos, concluyendo con una seca. Los costales quedaron almacenados, pendientes para visitar en algunos meses y esperando utilizarles como tierra súper nutritiva que podrá aplicarse en macetas o reincorporarse al jardín.
Así al menos un porcentaje de nuestra producción cumple con este ciclo: de tierra a flores, de flores a desecho y de desecho a composta que se transforma en tierra nueva y útil.
Impedir que los restos de nuestros productos terminen en un vertedero municipal forma parte de una estrategia para trabajar de manera más consciente y responsable. Somos cada vez más rigurosos al aplicar esta práctica con la esperanza de dar ejemplo y, así, invitar a nuestros clientes, colegas, lectores y amantes de las flores a buscar alternativas para gestionar el residuo personal, ya sea doméstico o laboral, a través de una composta, en nuestro caso, ex profeso para los elementos utilizados en nuestros productos florales. Nos gusta aprender para promover y motivar a más personas, con quienes día con día contribuiremos al menos a una fracción en la cultura de las prácticas ambientales, evitando el desperdicio de recursos y convirtiéndolo en un trabajo que va de adentro hacia afuera.
¡Saludos y abrazos!
Bibliografía:
https://heraldodemexico.com.mx/tendencias/flores-industria-de-6-mmdp-en-mexico/